A veces insistimos en la misma estrategia, aunque sepamos que no está funcionando. En esos momentos, cambiar no es rendirse: es aprender.
La flexibilidad cognitiva es precisamente esa capacidad mental que nos permite modificar nuestros pensamientos y conductas cuando las circunstancias cambian o cuando algo simplemente no resulta.
Esta habilidad no solo se trata de creatividad, sino también de tolerancia a la frustración, adaptabilidad y pensamiento estratégico. Es clave en la resolución de problemas, el aprendizaje, la empatía y la toma de decisiones.
En otras palabras, es darnos cuenta de que algo no está funcionando y poder reajustar nuestros pensamientos o comportamientos para seguir avanzando.
Esta capacidad, también conocida como mental shifting, está relacionada con regiones cerebrales como el lóbulo prefrontal, cuya maduración ocurre lentamente, alcanzando su desarrollo completo en torno a los 20 años.
¿Por qué es importante en la educación?
La flexibilidad cognitiva se puede enseñar, modelar y evaluar. Y su impacto en el aula es enorme:
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Promueve la creatividad al permitir que los estudiantes piensen en múltiples soluciones a un problema.
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Desarrolla empatía, al enseñarles a considerar otros puntos de vista.
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Fomenta la resiliencia en los estudiantes para aprender y avanzar.
Un ejercicio sencillo para desarrollar esta habilidad en clase es pedir a los estudiantes que resuelvan un mismo problema con dos métodos distintos, o que expliquen una idea desde puntos de vista opuestos.
Flexibilidad cognitiva en la vida diaria
¿Nunca te ha pasado que vas a desayunar y no quedan cereales? Una mente rígida se frustra o se queda paralizada. Una mente flexible improvisa con lo que hay o busca otras soluciones.
Lo mismo ocurre cuando algo cambia en el trabajo, cuando enfrentamos conflictos personales o incluso en momentos de crisis, como la pandemia.
Quienes tienen una alta flexibilidad mental pudieron adaptarse más fácilmente al trabajo remoto, a los nuevos horarios o incluso a rediseñar rutinas completas.
La rigidez cognitiva: cuando quedamos atrapados
El polo opuesto a la flexibilidad cognitiva es la rigidez mental. Es cuando, aun sabiendo que algo no funciona, insistimos en el mismo camino. Esta falta de adaptabilidad puede generar frustración, bajo rendimiento y dificultades sociales o emocionales.
En casos más severos, la rigidez cognitiva está presente en trastornos como el autismo, el TOC o la depresión. Pero incluso en personas sin diagnóstico, la rigidez puede limitar mucho su desarrollo personal y profesional.
¿Se puede entrenar la flexibilidad cognitiva?
Claro que sí, existen diversas formas de potenciarla:
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Desde el aula, con actividades de múltiples soluciones, debates desde diferentes posturas, juegos de cambio de rol.
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Desde casa con juegos de mesa estratégicos, fomentar la curiosidad, permitir el error y el cambio de opinión.
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Desde la terapia para entrenar patrones de pensamiento flexibles.
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Desde la evaluación con herramientas que permiten medir la adaptabilidad y las estrategias personales de los estudiantes.
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